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En tiempos de la ropa low cost y en los que la industria textil, al igual que otras muchas, ha entrado en fases de uso y desecho constante, cambiar el modelo económico actual es cada vez más urgente. El desgarro de una cremallera o el simple hecho de no ser el color de moda, es suficiente para desterrar una prenda al fondo del armario o del cubo de basura, y esto influye negativamente tanto a nivel medioambiental como humano.
El 95% del textil que se desecha es reciclable, sin embargo, el 85% de éste acaba directamente en el vertedero, sin posibilidades de tener una segunda vida. Hay personas que solo utilizamos el 20% de la ropa que tenemos, y el resto nos ocupa espacio y sabemos que no nos lo vamos a poner. También sabemos que solo para producir 1 kg de algodón se gastan entre 11.000 y 17.000 litros de agua. De este modo, much@s de nosotr@s somos parte del problema. Pero la buena noticia es que también podemos pasar a ser parte de la solución. Es cuestión de saber cómo cooperar.
El planteamiento actual de fabricar, vender, comprar y tirar no es sostenible dado la cantidad de recursos que explota y los residuos que genera y que contaminan el planeta. Y esa degradación de recursos afecta, sobre todo, a la población más pobre del planeta, que sufre en sus carnes una desigualdad que menoscaba la dignidad humana. Cada persona tiene valor por el simple hecho de serlo y merece ser tratada con igual dignidad independientemente de su lugar de nacimiento, rasgos físicos, capacidades, situación económica, su pasado, estado de salud o cualquier otra condición.
La economía circular, en la que Koopera apuesta reutilizando y reciclando 18.000 toneladas de residuo textil al año provenientes de las generosas donaciones que realiza la población en los cerca de 2.000 contenedores instalados en 11 provincias del estado, ahorra grandes cantidades de agua, emisiones de CO2 y energía, contribuye al bien común y a la justicia porque reduce la explotación de recursos y la contaminación. Pero de poco serviría el buen hacer de este tipo de economía si la actividad no se desarrollara con justicia social, con las personas en el centro.
Para que la actividad llevada a cabo por Koopera pueda considerarse economía circular, entran en juego muchos factores relacionados con el proceso de reutilización y reciclaje (recogida, tratamiento, higienización con ozono, …), pero sobre todo, el elemento humano, impulsando oportunidades laborales para personas en riesgo de exclusión social. Hay que tener en cuenta que, para que todas las personas podamos vivir con igual dignidad hay que apoyar a aquellas con menores posibilidades, por solidaridad y justicia.
En las empresas de inserción que forman Red Social Koopera, cerca del 55% de l@s trabajador@s son perfiles de inserción. En el primer semestre de 2019 han sido 219 personas, de distintos perfiles y procedencias;
- de todas las edades, con un 28% mayores de 45 años
- el 48% de países fuera de la unión europea
- con distintos grados de formación inicial. Un 63% sin graduado escolar, con educación primaria, certificados de profesionalidad o formación en el país de origen sin homologar.
Estas personas siguen un proceso de formación y acompañamiento que puede durar hasta tres años, y son, en muchos casos capaces, con su esfuerzo y tesón, de dar el paso y alcanzar las competencias profesionales, sociales y personales que les posibilitan acceder a un empleo en el mercado laboral ordinario. Así, de las personas que han acabado su contrato de inserción en este primer semestre del año, más el 64% (32/50) han finalizado su proceso alcanzando estas competencias. Si nos fijamos en lo conseguido en los últimos dos años, observamos con satisfacción como el 79% de las personas que finalizaron su contrato y proceso de inserción en Koopera (85 de 107) han conseguido también un puesto de trabajo ordinario en una empresa. De esta manera, cerramos el círculo.
Por eso debemos ser conscientes de la importancia del gesto de donar la ropa que ya no usamos en un contenedor, como los de Koopera Cáritas, y la necesidad de cambiar el modelo de consumo de moda rápida por otro más sostenible hasta derivar en un cambio del patrón económico actual que apunte hacia una economía circular que además ponga en el centro a las personas y su dignidad, con empleos dignos que, además de buenas condiciones laborales que posibilitan una mejor calidad de vida, den la oportunidad a las personas de sentirse parte integrante de la sociedad y promocionarse como personas, dejando en un segundo plano el beneficio económico.
Charo Castelló Alfaro
Directora Área de Inclusión Social y Laboral de KOOPERA
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